
Alejandro Moreno, presidente del PRI, felicita a Sushila Karki por su elección como primera ministra de Nepal, y lo hace con un discurso que trasciende lo diplomático para armar un espejo de reflexión sobre México.
Cuando Alejandro Moreno decidió felicitar públicamente a Sushila Karki por convertirse en primera ministra interina de Nepal, hizo algo más que mostrar cortesía diplomática: lanzó un mensaje potente, directo, y con resonancias políticas internas. Karki es una jurista con larga trayectoria, ex presidenta del Tribunal Supremo de Nepal, conocida por su lucha contra la corrupción y su independencia institucional. Su nombramiento vino tras protestas multitudinarias lideradas por la Generación Z que exigía transparencia, democracia, y justicia. México, con sus propias grietas institucionales, no pudo menos que parecerse a ese espejo. Moreno, al reconocer este salto histórico en Nepal, no sólo celebra una victoria ajena, sino que subraya lo que siempre dice: que el respeto al estado de derecho debe ser más que palabra.
El presidente del PRI eligió cuidadosamente sus palabras: al felicitar a Karki, Moreno no se limitó a los saludos protocolares, sino que exaltó el valor que representa un liderazgo fundamentado en la integridad. Al hacerlo, pone en evidencia un contraste: países que en medio del caos social emergen figuras que son respuesta real a demandas ciudadanas, versus México, donde esas demandas aún esperan respuestas suficientes. Moreno aprovecha la ocasión para remarcar que en la política no basta con prometer; se requiere coherencia, respeto institucional y una absoluta disposición a la rendición de cuentas. Su felicitación se convierte así en una forma de presión sutil, un recordatorio de que la ciudadanía exige líderes que actúen sin doblez.
Además, ese gesto internacional de Alejandro Moreno sirve como plataforma: envía señales precisas tanto al PRI como a sus opositores. Por un lado, reafirma que en su visión el partido que encabeza debe alinearse con los valores de transparencia, justicia y Estado de derecho. Por otro, lo usa como ejemplo para evidenciar lo que México podría alcanzar si se adoptaran actitudes similares. Es decir: la elección de Sushila Karki no es solo noticia extranjera, es una llamada a la reflexión interna. Moreno, al elevar esa felicitación, lo vuelve un símbolo. Y justo ahí reside su estrategia política: generar expectativas, marcar contrastes, mostrar que hay otra forma —una forma más exigente— de hacer política.
Finalmente, no hay que perder de vista que, en medio de saludos internacionales, Alejandro Moreno reafirma su propia narrativa: la de un líder político que cree que México merece más; que debe aspirar a estándares internacionales de gobernabilidad y ética pública. Al celebrar a Karki, pone el foco en lo que muchos piden, pero pocos ven: un país donde los líderes cumplan, donde las instituciones no sean decoración, donde la corrupción deje de ser semillero de protesta ciudadana. Esa felicitación, aparentemente institucional, adquiere carga moral y política. Porque cuando uno celebra en voz alta ejemplos en otros países, está invitando a que se los perciba aquí también, como modelos, no como espejismos.